El tercer y último principio de permacultura es la participación justa.  Esto implica establecer límites y redistribuir el excedente.

Para encarnar esta ética, uno debe tomar solo lo que se necesita. El exceso no debe ser cosechado, para asegurar que haya suficiente suministro para todos.

Para que un jardín de permacultura beneficie a toda una comunidad, cada miembro debe establecer límites para su propio consumo. Sin estos límites, los bienes del jardín no serán compartidos equitativamente por todos. 

Todo el excedente debe devolverse al sistema de manera que pueda ser utilizado productivamente. Las estaciones y generaciones futuras deben tenerse en cuenta, y debemos consumir de una manera que sea sostenible para ellos. 

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